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Felicidad vs. Felicidad
Nadie se va a sorprender porque, a efectos individuales, no supone ningún cambio. Sin embargo, en la entrada El error siempre está en la base de este blog del año 2009 se ponía de manifiesto que la definición de felicidad en el #DRAE incluía un indicador económico que colisionaba con una interpretación política desde la perspectiva de los DDHH. No se puede dejar pasar que la Real Institución haya reinterpretado y proponga una nueva definición para el imaginario colectivo de quienes somos hispanohablantes.
Las razones por la que la #RAE accede a reconceptualizar la felicidad es escasa (como toda su transparencia) Hasta tal día como hoy es esta nuestra forma común de entender la felicidad:
Esta redacción justificaría en casos tanto la esclavitud como la inequidad entre géneros como fuente de felicidad ya que posibilita la «posesión» unilateral y por tanto el trato discriminante de una persona con respecto a otra sin el consentimiento consciente de esta segunda y de la buena fe de ambas.
¿Quién se hace feliz?
En la nueva redacción, la #RAE disasocia los posibles agentes «persona, situación u objeto» que pueden provocar conjuntamente ese «estado de felicidad» -al mismo tiempo que evidencian que en la anterior redacción era posible una lectura «persona-objeto con capacidad de ser poseído para beneficiar un ánimo»- Se elimina la unilateralidad violenta de quien se beneficia, el «ánimo que se complace», ya que ahora se «contribuye» con quien ejerce de agente de esa «felicidad» insertando una voluntad en potencia cooperante.
En la redacción anterior no era necesario el consentimiento del objeto poseído en caso de ser animado y, por tanto, discriminatorio y socialmente valuable como violento. En el caso inanimado, «poseer» provocaba la felicidad. Ahí es nada.
Con la «contribución» que se propone, la felicidad no es ya sólo de quien se beneficia sino también de quien la causa, visualizándola, con la voluntad (inconsciente o anuante) de todos actores involucrados en el hecho. Tanto quien se beneficia como quien lo causa, no cabe duda que cada cual es responsable del disfrute. Una buena jugada semántica.
Es interesante que en la última acepción se permite reflejar la existencia de una felicidad definida no por lo que es, sino por lo que deja de ser con cierto toque de engreimiento.
Ante su publicación en el 2013, como complemento a la entrada El error siempre está en la base, no podemos decir que, como se solicitaba en la Constitución de Cádiz, y en proyección de lo que viene, los gobiernos tengan ninguna intención de conseguir «la felicidad de la nación»
Sean felices.